La vida productiva de una vaca lechera puede dividirse en dos fases: crianza y producción. La fase de crianza se extiende desde el nacimiento de la ternera hasta su primer parto (novilla). La fase productiva, desde el primer parto hasta el descarte o muerte. El periodo de vida productiva, es sinónimo de longevidad y producción vitalicia. Otros autores consideran que la longevidad refleja la habilidad de una vaca para no ser eliminada por baja producción y/o baja fertilidad, debido a errores en el manejo reproductivo o por enfermedad.
La “vida útil” de una vaca lechera se mide en términos de cantidad de “ciclos productivos” lácteos (Cuadro 1) y cada uno de ellos depende del éxito de inseminación en el ciclo anterior, toda vez que el ciclo productivo lácteo del período “n” (CPL “n”) es viable en la medida que se haya producido una “concepción” en el CPL “n-1”.
Cuadro Nº1 Ciclo Biológico Integrado de una Vaca de Producción Láctea
Nota: Los lapsos corresponden a la situación ideal en el cumplimiento de objetivos
Considerando como normal la verificación de las siguientes circunstancias: edad primera concepción (15 a 21 meses), edad primer parto (24 a 30 meses), duración de intervalo parto-concepción (3 a 5 meses), duración de CPL (10 a 12 meses); es habitual que vacas de siete años de vida, hayan completado cuatro CPL. Sin embargo, ciertas circunstancias pueden motivar que haya vacas que terminen su vida útil productiva con menos o con más de cuatro CPL.
El reemplazo y descarte de una vaca lechera puede ocurrir en cualquier momento, ya sea por razones involuntarias tales como enfermedad, mortalidad e infertilidad; o por razones voluntarias, tales como un bajo rendimiento productivo o venta de pie de cría. El descarte involuntario puede ser reducido mediante cambios en las condiciones ambientales (sanitarias o nutricionales) o también a través del mejoramiento genético. El descarte voluntario puede ser optimizado utilizando criterios bioeconómicos, es decir, mediante la determinación del momento preciso en que la vaca deja de ser rentable y debe ser reemplazada. Sin embargo, estas bajas provocadas por “descarte” son compensadas por la entrada en producción de igual número de vaquillonas en su primer parto, provenientes de la recría. Las causas de descarte frecuentes son: 52.7% por problemas reproductivos, 12.1% por problemas de ubre, 3.0% por problemas del aparato locomotor, 3.5% por problemas peripartales, 8.7% por motivos de emergencia y 19.9% por otras razones.
El manejo reproductivo es la clave para incrementar el periodo productivo y por ende la rentabilidad de las empresas ganaderas. Considerando que, entre los principales problemas que impiden lograr una alta eficiencia reproductiva tenemos el retardo en el reinicio de la actividad ovárica postparto y las fallas en la detección de celo, la terapia hormonal se presenta como una alternativa ideal para restablecer dicha ciclicidad ovárica y así asegurar el éxito de la inseminación.
Para ello, numerosos protocolos, incluyendo el uso de estrógenos, progesterona o progestágenos, prostaglandina F2α y GnRH o sus combinaciones están siendo utilizados en diversas explotaciones pecuarias alrededor del mundo. Experiencias en campo, con el uso de GnRh y cloprostenol sódico con el programa Ovsynch ha dado buenos resultados, demostrando una efectividad del 82% en la inducción y sincronización de celos. Así mismo, es necesario contar con un soporte mineral adecuado (Fosforo, Cobalto, Zinc, Yodo, Manganeso, Selenio,) ya que tiene un rol primordial para el buen funcionamiento de los procesos reproductivos.
En conclusión, se puede tentar un programa para lograr una alta eficiencia reproductiva, considerando aspectos minerales y reproductivos.
Médico Veterinario Zootecnista