La nutrición correcta de la vaca recién parida determina su posterior producción y fertilidad. Durante éste período debe recibir alimento a base de forraje en un 80% con alto contenido de materia seca, 25%, necesario para una correcta motilidad digestiva, lo cual frena las diarreas profusas por este concepto.
Debemos tener presente que por cada litro de leche producida por la vaca recién parida se debe ajustar en 0.5 Kg de concentrado adicional a los 2 Kg de mantenimiento.
Desde el comienzo de la lactancia se debe suministrar toda la energía posible con el fin de evitar trastornos ováricos y cetosis subclínica que inciden sobre la reproducción y la producción de leche. Para incrementar la ingestión de materia seca, se debe suministrar en 3 a 4 fracciones, especialmente en horas del ordeño, estimulando la salivación necesaria para tamponar el pH del medio ruminal.
La mala Condición Corporal (CC) al parto, tiene un significativo impacto negativo sobre la probabilidad de concepción, la tasa de pérdida embrionaria y la proporción de animales en anestro; al estar en esta etapa, la vaca debe movilizar grandes reservas grasas, pero también algunas reservas proteicas, aumentando la incidencia de desórdenes metabólicos como fiebre de leche, acidosis, acetonemia, hígado graso y desplazamiento del abomaso.
La fiebre de leche y la acetonemia afectan las contracciones uterinas, retrasan el parto, aumentan el riesgo de retención de membranas fetales (RMF) y por consiguiente desarrollo de endometritis. Las hembras que llegan gordas y/o sobre alimentadas al parto, son las que se convierten en vacas problema cuando se presenta el BEN.
En la gráfica anterior observamos que la sobrealimentación de la vaca lechera antes del parto retrasa la primera ovulación postparto. Lo anterior implica que la alta CC al parto se considere peor que la CC baja, porque las vacas con alta CC comen menos después del parto, tienen menos apetito y movilizan más fácilmente energía de las reservas corporales, siendo más propensas a sufrir grandes cambios en su CC.
Lo anterior implica que la alta CC al parto se considere peor que la CC baja, porque la vaca con alta CC come menos después del parto, tiene meno apetito y moviliza más fácilmente energía de las reservas corporales, siendo más propensa a sufrir grandes cambios en su CC; además, la CC alta parece ser uno de los factores nutricionales de riesgo que causan hipocalcemia y deficiencias en vitamina E, Selenio y como consecuencia estos desórdenes metabólicos predisponen a las vacas a patologías ginecológicas post-parto, de las cuales la endometritis es la más importante. Los factores de riesgo para la endometritis post-parto son hipocalcemia y retención de placenta; en resumen, las vacas que son capaces de mantener la misma CC (ya sea baja o alta) tienen mayor probabilidad de éxito reproductivo que las que tienen fluctuaciones en la CC.
La mala CC al parto tiene un significativo impacto negativo sobre la probabilidad de concepción, la tasa de pérdida embrionaria y la proporción de animales en anestro. Al estar en esta etapa, la vaca recién parida debe movilizar grandes reservas grasas, pero también algunas reservas proteicas, aumentando la incidencia de desórdenes metabólicos como fiebre de leche, acidosis, acetonemia, hígado graso y desplazamiento de abomaso. La fiebre de leche y la acetonemia afectan las contracciones uterinas, retrasan el parto, aumentan el riesgo de retención de membranas fetales (RMF) y por consiguiente desarrollo de endometritis.
La respuesta al BEN se traduce en una disminución en la producción de GnRH y la marcada disminución de la liberación pulsátil de L, manifestándose en celos silenciosos y anestro.
Por lo anterior, el reinicio de la ciclicidad ovárica la vaca recién parida, está íntimamente asociada con el BEN durante este período y el comienzo del Balance Energético Positivo BEP; lo cual se correlaciona con el tiempo de la primera ovulación y por lo tanto con un acortamiento del período parto concepción.
A pesar de que los mecanismos fisiológicos que tiene la vaca de leche para adaptarse a los requerimientos de lactación son básicamente similares en los diferentes sistemas productivos. En sistemas de manejo extensivo, las demandas energéticas debidas al pastoreo pueden modificar las grandes transformaciones que ocurren en este período; más aún, la ingestión de materia seca en estos sistemas es usualmente más bajo que los sistemas en confinamiento y generalmente es insuficiente para sostener la alta producción de leche que puede obtenerse con el potencial genético existente. Las hembras bovinas son más susceptibles a los efectos nocivos de la obesidad y sobrealimentación en el periparto, lo cual conduce a la producción de óvulos de inferior calidad, reducción de las tasas de preñez y como consecuencia aumento de la edad al primer parto en novillas y el Intervalo entre parto IEP en vacas.
Igualmente hay que tener en cuenta la suplementación mineral a base de sales, las cuales deben ser suministradas a voluntad; la deficiencia o exceso de un elemento en la ración influye en la absorción y asimilación de otro u otros por el organismo. Es importante adicionar los minerales deficitarios en base al análisis de suelos y pastos.
Miguel Germán Rivera Gaona
MVZ – Especialista en Reproducción