El periodo periparto o la fase de “transición” (generalmente aceptada como el periodo que empieza 3 semanas antes del parto y termina 3 semanas después del mismo) es uno de los puntos críticos en la producción lechera donde los riesgos para el bienestar del animal son más altos (von Keyserlingk et al. 2009).
Durante el periodo de transición, las vacas se enfrentan a una serie de factores estresantes, incluyendo cambios en la dieta y reagrupaciones sociales, y los cambios físicos, hormonales y fisiológicos asociados al parto y el inicio de la lactación. Uno de los mayores retos para las vacas lecheras en transición es el súbito aumento de las necesidades de nutrientes para soportar el inicio de la lactación en un momento en el que la ingesta de materia se ca queda atrás (Drackley,1999).
Las enfermedades en vacas lecheras pueden reducir la eficiencia productiva de tres maneras: reduciendo la producción de leche, reduciendo el rendimiento reproductivo, y acortando la esperanza de vida por el aumento de las tasas de sacrificio. Durante el periodo de transición, las vacas lecheras son vulnerables a enfermedades metabólicas e infecciosas, por lo que la detección temprana de la enfermedad es especialmente valiosa en este momento. Por ejemplo, la metritis se diagnostica normalmente durante las primeras semanas después del parto. Esta enfermedad reduce la producción lechera (Rajala and Gröhn, 1998) y perjudica el rendimiento reproductivo (Opsomer et al., 2000, Melendez et al., 2004); y el estado reproductivo es probablemente el factor más importante de los que influyen en las decisiones de sacrificio en las granjas (Gröhn et al., 2003).
La mayor parte de la investigación en los problemas de salud en vacas lecheras en transición se ha centrado en la nutrición, la fisiología y el metabolismo. A pesar de los grandes avances en la comprensión de estas áreas, las incidencias de enfermedad después del parto siguen siendo altas. Investigaciones han indicado que las vacas con un consumo de alimento más bajo tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades metabólicas e infecciosas durante el periodo de transición. No obstante, los cambios en el consumo de alimento deben resultar, en última instancia, de los cambios en la conducta alimentaria. Se ha mostrado que el comportamiento alimentario puede usarse para predecir la morbilidad en novillos castrados de engorde (Sowell et al. 1998 and 1999) y puede ser igualmente útil para predecir enfermedades en vacas lecheras en transición.
Los objetivos de la investigación sobre las vacas en transición son: obtener una mejor comprensión de los cambios de comportamiento que se producen durante el periodo de transición, evaluar las relaciones entre el comportamiento y la ingesta durante este periodo, y cómo estas medidas afectan al estado de salud tras el parto. Este trabajo resume prácticamente una década de investigaciones del grupo de investigación y muestra cómo el comportamiento de alimentación y de estancia cambia durante el periodo de transición y cómo el conocimiento sobre la conducta alimentaria y la ingesta de materia seca durante el periodo previo al parto pueden utilizarse para identificar las vacas en riesgo de enfermedad (especialmente metritis y cojera) después del parto.
Comportamiento de alimentación y de estancia durante la transición
En el primer estudio se investigó los cambios en el comportamiento de alimentación y de reposo de 15 vacas lecheras en transición, monitorizadas desde 10 días antes hasta 10 días después del parto (Huzzey et al., 2005). El tiempo diario empleado en alimentarse fue variable durante el periodo previo al parto; pero fue de 86,8±2,95 min/d de media. Después del parto, el tiempo medio empleado en la alimentación bajó a 61,7±2,95 min/d. Este descenso puede explicarse por un aumento de la tasa de alimentación debido al cambio a una dieta postparto más energética. Después del parto, el tiempo de alimentación aumentó a un ritmo de 3.3 min/d, muy probablemente reflejando el rápido incremento de las ingestas de materia seca (DMI) que se dan en este periodo para soportar la producción creciente de leche (Kertz et al., 1991; Osborne et al., 2002).
Los tiempos pre y post parto en los que la vaca estaba en pie determinados en el estudio (12,3 y 13,4 h/d, respectivamente) se corresponden con los hallazgos de otros investigadores (Krohn and Munksgaard, 1993; Haley et al., 2000), lo que sugiere que el tiempo de estancia durante el periodo de transición no es tan diferente al de otras etapas de la lactación. Las vacas sanas estuvieron en pie una media de 12,3 y 13,4 h/d durante el periodo pre y post parto, lo cual no difiere mucho de otras etapas de la lactación. Hubo un incremento drástico (80%) en el número de veces que se levantaban desde los 2 días previos al parto hasta el día del parto (Huzzey et al. 2005). Este resultado sugiere que las vacas estaban más inquietas, probablemente debido a la incomodidad asociada al parto; y sugiere que se debe prestar una especial atención al confort de la vaca en el corral de partos. Esto puede ser especialmente importante para las vacas que presenten distocia (Proudfoot et al., 2009b).
El comportamiento de alimentación predice la metritis
La metritis es una enfermedad postparto importante debido a sus efectos negativos sobre el rendimiento reproductivo de las vacas lecheras. La incidencia de metritis o endometritis varía en los estudios entre un 8 y un 53% (7,6%, Grohn et al. 1995; 53%, Gilbert et al.
2005; 16,9%, LeBlanc et al. 2002). Esta variación se debe probablemente a las diferencias entre los métodos de diagnóstico utilizados para clasificar las infecciones uterinas. En general, la detección de enfermedades en la granja lechera la realiza el veterinario, pero normalmente sólo durante los chequeos rutinarios de salud del rebaño; por lo que en muchas ocasiones, las primeras señales de alarma de la enfermedad pasan desapercibidas hasta que la enfermedad se encuentra en su etapa clínica.
En dos estudios se evaluó si las vacas que enfermaban de metritis después del parto se comportaban de forma distinta a las vacas sanas. En el primer estudio, se hizo el seguimiento de 6 novillas Holstein y 20 vacas Holstein alojadas en estabulación libre y se las dividió en dos grupos: pre-parto y post-parto. Aunque el tamaño del grupo se mantuvo constante, la composición del mismo fue dinámica ya que los animales se movían entre los corrales según avanzaban en el periodo de transición, como es normal en muchas situaciones comerciales. Se utilizó un comedero automático para monitorizar continuamente la conducta alimentaria de cada vaca durante el transcurso del estudio, y estos datos se utilizaron para estimar el promedio de tiempo diario en alimentación. Después del parto, las vacas fueron chequeadas en busca de metritis cada 3 ± 1 d, basándonos en la temperatura corporal rectal y la condición del flujo vaginal. Se asignó al flujo vaginal (FV) una puntuación de 0 – 4, basada en una escala adaptada de Dohmen et al. (1995). Como no hay un acuerdo en la literatura respecto a qué criterio de diagnóstico constituye un caso de metritis, se utilizaron dos clasificaciones.
Los animales fueron clasificados como metríticos si mostraban un FV ≥ 2 y fiebre (≥ 39,5°C en los 3 días previos a la observación del FV ≥ 2), o con metritis aguda si mostraban un FV=4 y fiebre (Urton et al., 2005).
De las 26 vacas analizadas en este experimento, 18 vacas (69%) experimentaron algún grado de flujo patológico (FV ≥ 2) empezando entre el 3er y 15º día en leche. Cuando se compara el tiempo de alimentación de estas vacas comenzando 2 semanas antes del parto, hay claras diferencias. Las vacas diagnosticadas con metritis o metritis aguda pasaron menos tiempo comiendo, tanto durante el periodo pre-parto como en el post-parto, en comparación con las vacas sanas.
Investigaciones recientes han demostrado que estos cambios también pueden ser útiles para detectar enfermedades en el ganado lechero, especialmente durante el periodo de transición, cuando las vacas son especialmente vulnerables a enfermedades metabólicas e infecciosas. La Figura 1 muestra cómo los patrones de consumo de alimento varían entre las vacas sanas y las vacas diagnosticadas con metritis. Las diferencias más dramáticas en el patrón de alimentación diurna se dan durante los tiempos de mayor afluencia al comedero entre las 06:00 y las 18:00 h.
Figura 1. Consumo diurno de alimento de vacas que se mantienen sanas y vacas diagnosticadas con metritis clínica después del parto (Sanas n = 45, Con metritis n = 22) desde 5 a 10 días después del parto (véase la revisión de von Keyserlingk y Weary 2010).
En un estudio de seguimiento, Huzzey et al. (2007) registró la ingesta de materia seca (IMS) de 101 vacas desde 14 días antes del parto hasta 21 día después del mismo. Las vacas que desarrollaron metritis o metritis aguda comieron menos que las vacas sanas en el periodo pre-parto, hasta 3 semanas antes de que la enfermedad fuera diagnosticada. El tiempo de alimentación también fue medido y mostró el mismo patrón. Con cada disminución de 10 minutos en el tiempo de alimentación en el periodo pre-parto, las probabilidades de que las vacas enfermaran se duplicaban.
Los resultados de esta investigación complementan los de otros estudios que han examinado la relación entre la conducta alimentaria y la salud. Hammon et al. (2006) reportaron menor IMS, en relación a los animales sanos, durante el periodo de 2 semanas anteriores al parto para las vacas que desarrollaron metritis puerperal; y Quimby et al. (2001) indicó con novillos castrados de engorde que una reducción del consumo puede usarse para detectar morbilidad animal aproximadamente 4,1 días antes que la identificación por los operarios. Este trabajo proporciona una evidencia clara de que IMS y tiempo de alimentación reducidos durante el periodo previo al parto aumentan el riesgo de que las vacas sean diagnosticadas con metritis después del parto. No obstante, no se sabe si la reducción del tiempo y la cantidad de alimentación antes del parto es una causa de metritis o un efecto de otra cosa que esté pasando durante el periodo preparto. El comportamiento social en el periodo pre-parto fue medido, ya que está probablemente influido por los numerosos cambios experimentados durante la transición. Las vacas que desarrollaron metritis post-parto también estuvieron menos
involucradas en interacciones agresivas en el comedero durante la semana previa al parto y evitaron el comedero durante los periodos en los que la competencia por la comida era mayor.
El número medio de días desde el parto hasta los primeros signos del flujo patológico (FV ≥ 2) fue de 5,3 ± 1,9 d (media ± SD) para las vacas con metritis severa (n=12) y de 9,1 ± 3,9 d para las vacas (P < 0.001) con metritis leve (n=27). La producción media diaria de leche fue de 8,3 kg/d menos para las vacas con metritis severa y de 5,7 kg/d menos para las vacas con metritis leve, en comparación con las vacas que permanecieron sanas durante los 21 días siguientes al parto (Figura 2).
Figura 2. Producción lechera diaria media (kg) de vacas lecheras Holstein sanas (n=23), con metritis leve (n=27) y con metritis severa (n=12) desde 13 días antes hasta 21 días después del parto (adaptado de Huzzey et al., 2007).
Los costos a largo plazo de la metritis son normalmente más difíciles de cuantificar que los costos a corto plazo, aunque pueden ser mucho mayores, como grandes pérdidas de leche, un rendimiento reproductivo pobre y, potencialmente, el sacrificio del animal. Una comunicación reciente de nuestro grupo de investigación estima que las vacas con metritis postparto produjeron menos leche que las vacas sanas que ya llevaban 20 semanas de lactación, y las vacas que duraron 305 días perdieron unos 1200 kg de leche durante su lactación (Wittrock et al., 2011). Las vacas de este estudio con metritis postparto también fueron dos veces más proclives a ser sacrificadas – probablemente como resultado de la combinación de tener menos producción de leche así como un rendimiento reproductivo pobre, ya que éstos son dos de los factores más importantes que influyen en la decisión de sacrificar una vaca (Figura 3).
Figura 3. Las vacas que fueron diagnosticadas con metritis son dos veces más proclives a ser sacrificadas (adaptado de Wittrock et al. 2011).
La conducta alimentaria también puede predecir enfermedades metabólicas. En un estudio de seguimiento del trabajo sobre la metritis, Goldhawk et al. (2009) encontraron que las vacas con bajas ingestas pre-parto tenían un mayor riesgo para cetosis subclínica después del parto. Las vacas que después desarrollaron cetosis comieron menos, estuvieron menos tiempo comiendo y eran menos propensas a relacionarse en el comedero hasta 2 semanas antes del parto.
Aparte del trabajo que se ha realizado sobre la metritis y la cetosis subclínica, también se ha estudiado los factores de riesgo que identifican a las vacas con riesgo de cojera. Históricamente, la cojera no se ha considerado como una enfermedad de las vacas en transición, probablemente porque la mayoría de los casos de cojera surgen tras meses de lactación. Trabajos recientes han mostrado que los cambios fisiológicos y de comportamiento durante la transición pueden aumentar el riesgo de cojera en la lactación posterior (Knott et al., 2007; Cook and Nordlund, 2009; Proudfoot et al., 2010).
Muchos casos graves de cojeras están causados por lesiones en el casco de la pezuña (por ejemplo, úlceras en la suela y lesiones de la línea alba), que tardan entre 8 y 12 semanas en desarrollarse. Así, una úlcera en la suela que se diagnostica 12 semanas después del parto probablemente empezará a desarrollarse, o se desencadenará, durante la transición. La alta incidencia de casos de cojera después del parto ilustra la necesidad de centrarse en el periodo de transición para prevenir tanto enfermedades infecciosas y metabólicas justo después del parto, como los casos de cojera meses después del parto.
En un estudio muy reciente se evaluó si las vacas en transición en riesgo de cojera se comportaban de forma distinta a las vacas sanas (Proudfoot et al., 2010). Se fijaron registradores de datos en las patas traseras, que midieron el tiempo que las vacas transcurrían de pie desde 2 semanas antes hasta 3 semanas después del parto. Se puntuaron las pezuñas de las vacas mensualmente hasta las 15 semanas de lactación. Trece vacas desarrollaron úlceras en la suela o hemorragias severas en la suela entre 7 y 15 semanas después del parto. El comportamiento de pie durante la transición de estas vacas se comparó con el de 13 vacas sanas. Las vacas con cojera después del parto estuvieron más tiempo de pie en el periodo pre-parto y post-parto temprano que las vacas sanas. La mayor parte de esta diferencia se debía al mayor tiempo en que las vacas permanecían a medias en los cubículos (las dos patas delanteras dentro y las dos traseras en el pasillo).
Amplia evidencia sugiere que un conocimiento detallado sobre el comportamiento puede ayudar a identificar vacas con riesgo de metritis, cetosis subclínica y cojera en vacas lecheras en transición. Esta información puede guiar el desarrollo de prácticas de manejo capaces de 1) ayudar a la detección precoz de enfermedades, y 2) ayudar a prevenir enfermedades redirigiendo problemas de manejo durante la transición que pueden influenciar estas conductas de riesgo (por ejemplo, disminución en la ingesta y aumento del tiempo de estancia).
Los resultados aquí descritos proporcionan la primera evidencia de que el comportamiento social puede jugar un papel importante en la susceptibilidad a enfermedades del ganado lechero. En este estudio, se ha observado que, durante la semana previa al parto, las vacas que desarrollaron después metritis severa echaban a otras del comedero en menor medida que las vacas que permanecieron sanas.
Además, durante este periodo previo al parto, las vacas que después enfermaron pasaron menos tiempo comiendo y consumieron menos materia seca durante los periodos en los que las vacas estaban más motivadas para acceder a la comida [i.e., después de la entrega de alimento fresco, cuando la calidad y palatabilidad de la comida son mejores (DeVries and von Keyserlingk, 2005)]. Como la ocupación del comedero también estaba en su punto más alto durante estos picos de tiempo de alimentación, parece ser que las vacas que después desarrollaron metritis grave carecían de la suficiente motivación para competir por el acceso a la comida durante estos periodos y esto puede indicar que estas vacas son individuos socialmente subordinados en el grupo.
Durante los periodos de transición, se dan numerosos cambios, incluyendo frecuentes mezclas y reagrupaciones de animales. Las vacas socialmente subordinadas pueden ser incapaces de adaptarse a estas reestructuraciones sociales frecuentes y, como consecuencia, estas vacas pueden responder reduciendo su tiempo de comida e IMS y aumentando su comportamiento de evitación de confrontaciones sociales. Estas estrategias de comportamiento pueden poner a estas vacas en un mayor riesgo de deficiencias nutricionales que afectan a funciones inmunológicas y aumentan la susceptibilidad a enfermar. Los trabajos futuros en esta área deberían centrarse en obtener una mayor comprensión de las respuestas individuales a las prácticas de manejo, como las reagrupaciones durante el periodo de transición, y cómo estos cambios en el manejo influyen en la susceptibilidad de las vacas lecheras a enfermar después del parto.
Acomodación de la vulnerable vaca en transición
Varias prácticas de manejo pueden influir en el comportamiento de estancia y de alimentación de las vacas lecheras en transición.
Por ejemplo, sobrecargar de ganado el comedero aumenta el tiempo de estancia mientras esperan para tener acceso al comedero (Huzzey et al. 2006), reduce la cantidad de tiempo que las vacas emplean en comer, y reduce el consumo en vacas en transición sanas (Proudfoot et al., 2009a). Cuando se da a las vacas un tiempo generoso para alimentarse, los animales subordinados tienen más probabilidades de beneficiarse (DeVries et al., 2004). La estrategia de agrupamiento también puede influir en el comportamiento de alimentación, reagrupando o mezclando vacas en nuevos grupos sociales se puede reducir el consumo de alimento, así como el número de interacciones agresivas en las que la nueva vaca se ve envuelta (von Keyserlingk et al., 2008).
Se puede estimular la alimentación mediante la entrega frecuente de comida fresca (DeVries et al., 2005); las vacas que fueron alimentadas 4 veces al día pasaron unos 30 minutos más comiendo que las vacas que fueron alimentadas una vez al día.
Las vacas lecheras también deben adaptarse a numerosos desafíos durante el periodo de transición. En las típicas granjas de Norte América, la transición desde la preñez hasta la lactación se marca por varias reagrupaciones sociales y cambios en la dieta. El primer cambio de grupo, aproximadamente 3 semanas antes de la fecha esperada del parto, permite alimentar a las vacas con una dieta más energética y con niveles nutricionales más altos, requeridos para el parto y la lactación; y se da para que los productores puedan monitorizar de cerca las vacas según se acerca la fecha esperada de parto. Hay evidencia, sin embargo, de que la reagrupación tiene consecuencias negativas tanto en el comportamiento como en la producción.
Trabajos recientes de nuestro grupo muestran un mayor número de agresiones y una menor producción de leche en los días inmediatamente siguientes a la reagrupación (von Keyserlingk et al.
2008). Uno de nuestros estudios más recientes, también evidencia que las vacas que se trasladaron a un nuevo corral y se mezclaron con vacas nuevas y las vacas que permanecieron en su corral original y fueron mezcladas con vacas nuevas muestran una reducción en la tasa de alimentación y el tiempo de rumia en el reagrupamiento. Además, las vacas que fueron trasladadas también redujeron su consumo, el número de veces que se tumbaban y fueron más agresivas en el comedero (Schirmann et al. 2011).
Un tiempo de estancia elevado puede sugerir un déficit en el ambiente de la vaca; por ejemplo, las vacas alojadas en corrales con un número insuficiente de cubículos, cama baja, cama húmeda, o barras restrictivas para el cuello, pasan más tiempo de pie que aquéllas alojadas en cubículos secos con barras de cuello menos restrictivas (Tucker and Weary, 2004; Fregonesi et al., 2007; Fregonesi et al., 2009). Las vacas que se posan con las dos patas delanteras en el cubículo durante la transición también están en mayor riesgo de padecer cojera (Proudfoot et al., 2010); este comportamiento se ha relacionado con un diseño del cubículo restrictivo (Tucker et al., 2005; Fregonesi et al., 2009).
Alejando la barra del cuello del bordillo se reduce la conducta de posarse medio dentro medio fuera del cubículo y se pueden reducir los casos de cojera (Bernardi et al., 2007). Aunque esta práctica supone un costo en la higiene (las vacas que se pongan de pie con las 4 patas en el cubículo defecarán y orinarán más en el mismo), no hay una clara evidencia de que aumente el riesgo de mastitis. No obstante, si esta práctica se utiliza después del parto, es recomendable que los cubículos se limpien a menudo, ya que las vacas recién paridas tienen un alto riesgo de mastitis.
Conclusiones
Las vacas en transición necesitan un descanso adecuado, un consumo de nutrientes apropiado, y un ambiente social relativamente estable para permanecer sanas. Algunos factores de riesgo para las enfermedades infecciosas y metabólicas postparto y la cojera en los meses siguientes al parto se relacionan con el alojamiento y el manejo. Un ambiente óptimo para vacas en transición facilita un consumo abundante de alimento al reducir la competencia por la comida y el reagrupamiento social; así como, acomoda a estas vacas vulnerables en espacios limpios, secos, bien encamados, y poco restrictivos para estar de pie o echarse.
Preguntas para tener en cuenta
¿Cuánto espacio del comedero tiene cada vaca en el corral preparto?
¿Cuántos puestos utilizables hay en el corral de preparto?
¿Hay suficientes puestos para que todas las vacas puedan tumbarse al mismo tiempo? ¿Cuántas reagrupaciones sufre cada vaca según avanza en el periodo de transición?
M. A. G. Von Keyserlingk y D.M. Weary.
Animal Welfare Program,
University of British Columbia, Vancouver, BC, Canada